Las técnicas narrativas nos ofrecen un enorme abanico de posibilidades, pero también un peligro: utilizarlas sin que obedezcan a un objetivo, únicamente para el lucimiento del autor. En ese caso, el lector lo verá a él y no a la narración.
El diseño de los personajes, y del protagonista en particular, es crucial: si el lector no se interesa por ellos, si no se identifica, difícilmente se interesará por aquello que les ocurra (el nucleo argumental), por muy dinámico que resulte.